Descripción

El sí de las niñas es una comedia que trata sobre Doña Paquita, una joven de 16 años obligada por su madre Doña Irene a casarse con Don Diego, un sensible y rico caballero de 59 años. Sin embargo este ignora que Doña Paquita está enamorada de un tal 'Don Félix', quien en realidad se llama Don Carlos, y es sobrino de Don Diego. Con este triángulo amoroso como argumento se desarrolla la obra, cuyo tema principal es la opresión de las muchachas forzadas a obedecer a su madre y entrar en un matrimonio desigual y en este caso con una gran diferencia de edad entre los contrayentes.
La clave de la obra se encuentra en la contradicción de Don Diego en el tema de la educación de los jóvenes y la elección de estado: su práctica, no concuerda con su teoría. Pide libertad para la elección de estado y critica la falsa concepción de la autoridad por parte de los padres: comprende que ese falso autoritarismo es la raíz de muchos males; quiere que Paquita elija con libertad.
Pero en la práctica, don Diego, que es el protector de su sobrino Carlos, comete con él los mismos errores que critica en teoría. Esta contradicción entre la teoría y la práctica es el hilo que conduce la trama teatral.

lunes, 2 de agosto de 2010

Elegía a las Musas

Esta corona, adorno de mi frente,
esta sonante lira y flautas de oro
y máscaras alegres, que algún día
me disteis, sacras Musas, de mis manos
trémulas recibid, el canto acabe,
que filera osado intento repetirle.


He visto ya cómo la edad ligera,
apresurando a no volver las horas,
robó con ellas su vigor al numen.


Sé que negáis vuestro favor divino
a la cansada senectud, y en vano
filera implorarle; pero en tanto, bellas
ninfas, del verde Pindo habitadoras,
no me neguéis que os agradezca humilde
los bienes que os debí. Si pude un día,
no indigno sucesor de nombre ilustre,
dilatarle famoso, a vos file dado
llevar al fin mi atrevimiento.

Solo pudo bastar vuestro amoroso anhelo
a prestarme constancia en los afanes
que turbaron mi paz, cuando insolente,
vano saber, enconos y venganzas
codicia y ambición la patria mía
abandonaron a civil discordia.


Yo vi del polvo levantarse audaces
a dominar y perecer tiranos,
atropellarse efímeras las leyes
y llamarse virtudes los delitos.
Vi las fraternas armas nuestros muros
bañar en sangre nuestra, combatirse
vencido y vencedor, hijos de España,
y el trono desplomándose al vendido
ímpetu popular, De las arenas
que el mar sacude en la fenicia Gades
a las que el Tajo lusitano envuelve
en oro y conchas, uno y otro imperio,
iras, desorden esparciendo y luto,
comunicarse el fimeral estrago.


Así cuando en Sicilia el Etna ronco
revienta incendios, su bifronte cima
cubre el Vesubio en humo denso y llamas,
turba el Averno sus calladas ondas;
y allá del Tibre en la ribera etrusca
se estremece la cúpula soberbia,
que da sepulcro al sucesor de Cristo.


¿Quién pudo en tanto horror mover el plectro?
¿Quién dar al verso acordes armonías,
oyendo resonar grito de muerte?
Tronó la tempestad; bramó iracundo
el huracán, y arrebató a los campos
sus frutos, su matiz; la rica pompa
destrozó de los árboles sombríos;
todas huyeron tímidas las aves
del blando nido, en el espanto mudas:
no más trinos de amor.

Así agitaron los tardos años mi existencia,

y pudo solo en región extraña el oprimido
ánimo hallar dulce descanso y vida.


Breve será, que ya la tumba aguarda
y sus mármoles abre a recibirme;
ya los voy a ocupar…Si no es eterno
el rigor de los hados, y reservan
a mi patria infeliz mayor ventura,
dénsela presto, y mi postrer suspiro
será por ella… Prevenid en tanto
flébiles tonos, enlazad coronas
de ciprés fimeral, Musas celestes;
y donde a las del mar sus aguas mezcla
el Garona opulento, en silencioso
bosque de lauros y menudos mirtos,
ocultad entre flores mis cenizas.


Leandro Fernandez de Moratín

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